Situaciones triviales

UNO

Un día estas en el taxi yendo hacia un lugar incierto. El conductor es un viejo regordete que huele a cerveza, que no tiene problemas en contarte sus más bajos instintos, esas cosas increíbles que le pasan a los taxistas. Este gordo fofo, particularmente, empieza a contarme como una noche de fin de semana una mujer abordó su taxi y lo ofendió de manera arrojada diciéndole que la tenía chiquita, que estaba segura de eso. El taxista siguió contando que él no podía aceptar tal aseguración, tanta falta de respeto de parte de la mujer que estaba de copiloto. El hombre paró el taxi, sacó su órgano erguido, duro como una roca y terminaron con un masaje oral que le propinó la mujer. Al final del día uno queda escribiendo estas cosas que no termina de creer.

DOS

Despiertas al mediodía. No hay nadie en casa. No llamas a nadie ni le escribes a nadie. Gozas estar solo. Te gusta la tranquilidad que sientes cuando despiertas en la penumbra de tu cuarto sin alguien que te interrumpa. Despiertas con hambre. Vas directamente a la cocina, abres la refrigeradora y no hayas nada. No tienes ganas de preparar nada, reniegas de que no haya nada en la cocina, reniegas de hambre, reniegas porque desearías haber despertado y encontrado un banquete esperando por ti; pero no es así. Vagamente intentas tostar unos panes que se te queman, intentas preparar un batido que te sale tan espeso tal si fuera fango.  Te comes eso así, de mala gana, a regañadientes. Luego que terminas te vuelves a sumergir en tu cama y esperar que alguien llegue para que prepare algo mejor.

TRES

Caminar por la Cinta Costera en plena tarde no es placentero. Caminas solo, pensativo, con sed (en Panamá siempre tienes sed). Paras en el puestito de un vendedor ambulante que usa una gorra pintoresca y su vientre parece un globo terráqueo. Solo vende gaseosa y agua. Le compras una botella de agua y te quedas a beberla en la sombra en la que  está el hombre. Entonces conversan. Es extranjero también. Por varios motivos te caen bien los extranjeros. Adivinas que es mexicano, él no adivina que eres peruano, sin embargo asume que eres colombiano pero lo corriges y le dices tu nacionalidad. Hablan de lo bien que está Panamá económicamente y que está pensando traer a su familia de México.  Quiere poner una taquería. Lo animas, le dices que es una idea brillante, que no debería perder tiempo. Se estrechan la mano y te vas. Ojalá le vaya bien en su taquería.

CUATRO


Vas en el bus con Paula. El bus está medio lleno o medio vacío. Por lo menos vas sentado y Paula también, del otro lado. Entonces el bus hace una parada de tantas. Sube un hombre desaliñado. Inmediatamente percibes un olor extraño, una hediondez cerca tuyo, un olor proveniente de la sudoración axilar. Pones mala cara, haces gestos de desagrado. Quieres bajarte, pero aún no has llegado a donde debes. Paula también nota lo que pasa y se ríe, se ríe de ti y de las muecas de asco que haces. Sigues sin soportar la situación, pero afortunadamente ya es hora de bajarse. Corres a bajarte y cuando ves a Paula se ríen a carcajadas de lo que había pasado. Al final todo sale bien, ha sido un buen día y se lo atribuyen al hombre maloliente que se había cruzado en el camino. Lo bautizan como el hediondo de la suerte.

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